En primer lugar tenemos que pensar como queremos que sea la vida con nuestro nuevo compañero: Imagino que querremos un animal feliz, pero tranquilo… por lo menos cuando esté dentro de casa. También querremos que nos escuche y nos haga caso cuando sea necesario, y que sea capaz de relacionarse con otros seres vivos, humanos y animales, de forma adecuada. Para ello tendremos que asentar unas bases, aprender a comunicarnos, preparar el hogar, y trabajar en su educación.
Siempre el primer paso ha de ser asegurarnos de que tenemos cubiertas sus necesidades básicas. La mayoría de los problemas de comportamiento vienen por la ausencia de alguna de ellas. No se trata solo de darle comida de calidad o cuidados veterinarios; hay otros factores que tienen tanta importancia como esto y no somos conscientes de ello, por ejemplo, el contacto social y una estimulación adecuada.
Para enseñarle las normas de la casa, primero tenemos que aprender a comunicarnos con él. Nuestra actitud siempre ha de ser calmada. Debemos usar como premio las misma palabras, gestos, comida o juguetes para reforzar las cosas que haga bien, y palabras de ánimo como “muy bien”, de forma que el animal entienda que hacernos caso le va a traer cosas buenas. La clave para enseñar a nuestra mascota es la constancia y la paciencia. Si somos coherentes, con el tiempo el animal irá entendiendo lo que queremos de él y lo repetirá.
Cuando el animal haga algo que no nos gusta, no debemos regañarle, ya que eso hará que nos tenga miedo y deteriorará el vínculo con nosotros. Tampoco le enseñará, ya que cuando no estemos delante para castigarle seguirá repitiendo la conducta que no nos gusta. Para cambiar algo que no nos gusta lo primero que tenemos que hacer es impedir que se repita mientras vamos enseñando al animal lo que queremos que haga en su lugar. Si en el proceso el animal comete un error, un “no” neutro y una redirección hacia lo que sí queremos que haga será un comienzo, reforzando de nuevo la conducta adecuada con palabras o premios.
Una de las frases que más repito a mis clientes es “Si queremos calma tenemos que transmitir calma”. Esto también es básico. Una de las principales diferencias entre nuestros animales y nosotros es la capacidad de autocontrol. Cuando un perro o gato está excitado o alterado emocionalmente va a perder por completo su capacidad de aprendizaje, este es otro motivo por el que no es bueno regañar a los animales… Respirar hondo antes de hablar a nuestro compañero es otro de los mejores consejos que puedo daros.
A menudo veo propietarios de perros que confunden excitación con alegría, y es algo que va a causar muchos problemas en la vida del animal. Esto se ve mucho con perros pequeños, nos gusta excitarles porque así parece que les estamos haciendo felices… Esos perros aprenden a relacionarse con el mundo a muchas revoluciones, saltan sobre la gente, y reaccionan más de la cuenta a estímulos normales. Por favor, aprendamos a diferenciar alegría de excitación y a reforzar la calma. Los seres vivos felices suelen ser seres calmados.
Por último, no debemos olvidarnos de trabajar la habituación a estímulos nuevos o extraños, tanto en casa como en el exterior. La clave para que nuestro perro o gato no se altere con la presencia de personas desconocidas, otros animales o cosas extrañas como vehículos en movimiento, ha de ser la habituación progresiva. Para esto es vital la fase de socialización, cuando son aún cachorros, y no tienen miedo… ahí hay que aprovechar para enseñarles el mundo poco a poco, y que aprendan que las cosas nuevas son algo bueno y normal. Si el animal ya es adulto, deberemos seguir el mismo proceso, pero será más lento, debemos hacerlo de forma muy progresiva, guardando tiempo y distancias que ayuden al animal a asimilar lo nuevo de forma calmada.
No debemos olvidar que la mayoría de las veces que un perro o gato se altera, parece agresivo o reactivo, no está queriendo ser malo, sino que se encuentra tan afectado emocionalmente que no tiene otra salida que reaccionar de esa forma. Por ello en esos momentos tampoco debemos regañar al animal, sino apartarlo lo más rápido posible del estímulo que le provoca ese malestar. Después, estudiaremos la forma de evitar que esto vuelva a suceder… y si no somos capaces de solucionarlo nosotros deberemos pedir ayuda profesional antes de que el problema vaya a más.
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