En primer lugar: porque no es ético.
Los perros no han elegido compartir su vida con nosotros, ha sido nuestra decisión: los tenemos encerrados, viviendo en ciudades, a veces ni siquiera pueden correr en libertad. Nosotros elegimos cómo es su vida, cuando comen, cuando juegan, cuando mean, casi cuando respiran. A menudo pagamos nuestras frustraciones con ellos. Y aun así nos ofrecen amor incondicional. Al menos se merecen que les tratemos con respeto.
En segundo lugar: no es efectivo.
Con sinceridad, ¿cuántos años lleváis regañando a vuestro can por eso comportamiento que todavía sigue haciendo? Dejad de malgastar energía. Para que el castigo fuese efectivo, serían necesarios muchos conocimientos sobre comportamiento canino, y si tenemos esos conocimientos, no nos hará falta usarlo. Para que un castigo funcione ha de suceder siempre, e inmediatamente después de la conducta, y conseguir estas dos cosas a la vez es prácticamente imposible.
En tercer lugar: aunque el castigo fuese efectivo, el perro no aprendería nada.
Simplemente dejaría de realizar la conducta en nuestra presencia. La conducta se inhibe, pero no se extingue, y esa no es la solución del problema.
En cuarto lugar: no es necesario.
Enseñar de forma amable es el método más eficaz que existe. Si un perro recibe cosas buenas por aprender, cada día estará más dispuesto a comportarse como nosotros queremos, y su educación será un placer en vez de un suplicio. Además, cuando nos esforzamos en enseñar a un perro, éste aprende cada vez más rápido.
En quinto lugar: causa problemas físicos.
Todavía se ven muchas lesiones en las clínicas veterinarias a causa de golpes y patadas de los dueños. Sin embargo, no hay que irse a casos extremos para ver como padecen nuestras mascotas. Los collares de ahogo, que mucha gente usa todavía, causan lesiones graves en la tráquea del perro, porque éste se acostumbra al dolor y sigue tirando cada vez más. Y de los collares eléctricos… deberíais probarlos en vuestra propia piel… ni siquiera puedo hablar sin que se me haga un nudo en el estómago.
En sexto lugar: causa graves problemas emocionales y de comportamiento.
Absolutamente todos los casos de agresión a personas tienen su causa inicial en el miedo. No podemos enseñar a un perro que las personas son algo peligroso, pues tratarán de defenderse de ellas. Cuando comenzamos la educación de un cachorro a base de dominarle y atemorizarle, le estamos enseñando a comportarse de esa forma cuando sea adulto. Parece mentira, por favor, un poco de sentido común: hacemos las cosas justo al revés.
En séptimo lugar: perdemos el vínculo y destrozamos su relación con nosotros.
Imaginad vivir con un compañero de piso que hoy te lleva el desayuno a la cama y te dice lo que te adora, y media hora después se pone a gritarte sin que sepas por qué. Por la tarde te hace un regalo y tres días después vuelve a gritarte por lo que pasó el lunes, que sigues sin saber que es… Así somos los humanos… Yo creo que me plantearía lo de ahorrar e irme a vivir sola otra vez.
En este apartado tengo que hablar de un caso concreto, bastante más común de lo que me gustaría. Hay muchos propietarios que dicen tener perros buenos y obedientes: esos perros son tranquilos, incluso van pegados a su dueño sin correa… eso sí, suelen llevar la cabeza baja y el rabo entre las piernas. No se suben encima de la gente, no hacen destrozos, no hacen… no hacen prácticamente nada. Eso se llama “indefensión aprendida”, es un término utilizado en psicología para definir un estado en el que el sujeto se rinde por completo ante la imposibilidad de controlar la situación. Son perros apáticos, tristes, y, o se han abandonado por completo, o son una bomba a punto de estallar.
En octavo lugar: deberíamos preguntarnos para qué queremos tener un perro.
Yo creo que la mayoría contestaría algo similar, con la excepción de los perros de trabajo, que tienen una función añadida, la mayoría de los propietarios respondería que lo tiene por compañía, para disfrutar y compartir, y el castigo digamos que no ayuda mucho a eso. Castigar a un perro nos hace sentir fatal.
En noveno lugar: porque estamos dando un ejemplo pésimo a nuestros hijos, a nuestras familias, a nuestros amigos, a nuestros vecinos.
Y porque nos estamos dando un ejemplo pésimo a nosotros mismos.
Y en décimo y último lugar:
Porque si fuésemos capaces de “autoadiestrarnos”, y aplicar los principios de la educación en positivo a nuestra propia vida, tendríamos una sociedad mejor y todos seríamos más felices.